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Channel: Harina – El Monstruo de las Galletas
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¿Y mis raíces gastronómicas?

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De pequeño tenía mucha envidia (de la mala) de mis compañeros de colegio. Llegaban todos los lunes y ya sabía que el tema de conversación era lo bien que lo habían pasado en su “pueblo”. El caso es que crecí con una sensación de pensar que el “pueblo” era lo más grande que podría existir en la vida de un niño. Yo no tenía “pueblo”, mi pueblo como mucho era desplazarnos de Móstoles a Madrid para ir a comer a un chino o ir al cine o de compras. Eso sí, monté en metro, seguramente mucho antes que cualquiera de mis amigos.

De mayor, poco a poco, he ido descubriendo que tengo envidia a otro tema, y este tiene más que ver con la gastronomía. Me encanta, por lo tanto es una envida sana, ver como muchos de vosotros tenéis grandes recetarios de vuestras abuelas o madres. Yo creo que no tengo esa suerte o al menos con el paso del tiempo voy viviendo este hecho como algo cada vez un poco más turbio.

La verdad que tampoco me ha dado por indagar en mis raíces gastronómicas. Creo que eso es más un hecho cultural y educacional que otra cosa. Es decir, dependerá el tener o no raíces gastronómicas si la propia familia te inculca una educación por las gastronomía de tus antepasados. Y la verdad que las mías deberían ser buenas, muy buenas.

Mi padre era madrileño, mi abuela asturiana (sus padres, abuelos, etc, asturianos de toda la vida), mi abuelo madrileño (sus padres, abuelos, etc, madrileños de siempre). Mi madre es uruguaya, mis abuelos gallegos. Mi riqueza gastronómica, de recetario gastronómico, debería ser amplio y variado: Galicia, Asturias, Madrid, Uruguay… pero no sé por qué no lo es.

De pequeños, cuando mis padres estaban casados, íbamos a comer los fines de semana a casa de mis abuelos pero por lo general mi abuela solo hacía un arroz con pollo al horno. De hecho esa repetición hacía que nos encantase ese plato. Era como un ritual, y los rituales son cosa de ritmo y de constancia por lo que crean seguridad y la seguridad les gusta a los niños. No recuerdo especialmente ningún plato asturiano en mi niñez. Salvo unos frisuelos que mi abuela nos hacía muy de vez en cuando, algo así como estos que he hecho este fin de semana para desayunar.

De mis padres qué decir. Yo la verdad que era un niño inquieto y que encima no comía casi nada, no me “gustaba” casi nada, tonto de mí. Mi madre, lo dice ella, aprendió a cocinar cuando llegó a España y en parte gracias a mi abuela paterna. Y si que recuerdo una multitud de variedades de recetas, pero algunas propias de Uruguay no las recuerdo hasta bien entrada mi adolescencia. Aunque, como os he comentado no hay un recuerdo gastronómico que me haya impregnado con todas las raíces culturales gastronómicas de Uruguay. Y no quiero debatir sobre si existe la gastronomía uruguaya o es solo herencia de la argentina… No toca.

Mi padre, yo siempre le he visto como muy madrileño, aunque especialmente a mi abuelo, a pesar de que cuando él se murió yo tendría unos 12 o 13 años. Más tarde mi padre se murió cuando yo tenía 20 años. A lo mejor fue a partir de ese momento cuando yo me empecé a interesar verdaderamente por la gastronomía. Con mi padre sí que descubrí ciertos encantos de la gastronomía en Madrid, o al menos por recuerdos lejanos de cosas que nos contaba cuando eramos pequeños.

Lo veo todo tan lejano que hay una especie de niebla que enturbia cualquier recuerdo o vivencia. Sí, hemos comido mucho y bien, hemos ido a buenos restaurantes, mi padre nos contaba muchas historias… en definitiva sea como sea el caso es que a mi hermano le encanta la buena comida, la tradicional, y yo desde hace unos años he decidido hacer de la gastronomía mi forma de vida. Por lo que pienso, y sé que no me equivoco, que si tenemos estos gustos por el placer de la buena gastronomía es porque sin ser algo determinante en nuestras vidas, mi familia sí que fomentó que lo hayamos descubierto hoy en día.

Gracias Papá, Mamá, Tata y Lolo.

Y como este blog no sería lo mismo sin una receta, os pondré …

Cómo hacer frisuelos

Mi abuela os contaría la receta más o menos como yo lo haré. Realmente esta receta es muy parecida a los crêpes de toda la vida. Panqueques que diría mi madre, o filloas que diría un gallego. Aunque es algo que descubrí cuando aprendí hacer los panqueques de mi madre y más tarde miré a mi abuela como hacía los frisuelos.

A simple ojo, necesitaremos 2 tazas de leche de entera (hoy en día puedes utilizar cualquier tipo de leche, incluso de soja si os gusta), las ponemos en un bowl, y le añadimos una pizca de sal fina, 2 huevos, 2 cucharaditas de impulsor (la llamada levadura Royal), 1 taza y media de harina y batimos con la batidora. Os tiene que quedar espeso, más espeso que para un crêpe.

Calentamos aceite de girasol en un sartén mediana. Tiene que haber como un dedo y medio de aceite. Y cuando esté a punto añadimos un cazo de la masa echándolo en un hilo y en espiral de fuera hacia dentro. Damos la vuelta cuando se dore, terminamos y retiramos a un papel para escurrir el aceite sobrante.

Solo queda servirlo con azúcar.

Mi abuela nunca me explicó que los frisuelos como ella los hacía son una forma muy particular de hacerlos, y que incluso no se hacen de la misma forma según dónde estemos en Asturias. Seguramente ella aprendió a hacerlo de esta forma cuando era niña, vivía cerca de Monasterio de Hermo en Cangas de Narcea.

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La entrada ¿Y mis raíces gastronómicas? se publicó primero en El Monstruo de las Galletas.


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